Esta entrada está escrita a la carrera. En el sentido literal de la palabra. Yo de joven, entre otros ejercicios, corría. Y ya desde hace tiempo no hacía casi nada. La vida diaria. Que no es poco.
A la gente de mi edad le da por dejarse calvas, canas, barrigas, coletas, dinero, harleydavidsons y mercedes descapotables. Por suerte o por desgracia no es mi caso, así que, como pasa a veces, me sumé al grupúsculo de los que piensan que el deporte es salud. Y planeé volver a mi querido parque de los patos, de Bilbao. Donde cada vuelta suma unos 1.150 metros, más o menos. Es una manía correr en el sentido de las agujas del reloj, llegar hasta el Sagrado Corazón y volver hasta el museo de Bellas Artes, bajando primero una suave cuesta y subiendo la equivalente, más larga y más pindia, lo cual va contra todos los principios de la física.
Así que me planté allí un día, hace poco, y dí una vuelta. Ví las estrellas desde el primer paso, con unas rodillas operadas varias veces, y no precisamente de estética. Pero completé el intento. Y me fuí picando.
La segunda vez, tres vueltas, la tercera, siete (sí, habeis leído bien. En unos 50 minutos, si es que no encuentro mi maldito pulsometro, así que cronometro a ojo). Si es que mi peor enemigo soy yo, que basta que me digan " a que no puedes" para que uno, que es de Bilbao, ya no pueda parar.
Inciso. No temais por mi vida. Hace un año, con el propósito de volver a correr, me compré el pulsómetro desaparecido y me hice una revisión del corazón, que dió bien. Sigo.
Fuí otra vez y dí cinco vueltas en 30 minutos y con tan pobre bagaje, salvo que las agujetas aún no han llegado y que las rodillas me duelen menos cada vez, me planté ayer en la gran carrera.
Ayer se celebró la maratón noctura de Bilbao. Quinta edición, que incluye además una media maratón y una carrera pirata, de 7 km. Dorsales rosas este año, que se corría el mismo día en que se celebraba el día mundial contra el cáncer de mama. Yo como suelo ir por libre, me puse mi camiseta rosa y salí a hacer mi carrera, algo más de 7 km en mi circuito particular. Con mi trotecillo característico, me crucé al empezar con el mogollón de la carrera, que entraba en el parque justo en ese momento. Con gran pena, les ví irse hacia la ría, mientras yo me quedaba con la famosa soledad del corredor de fondo, escribiendo esta entrada. Entre seis minutos y muchos segundos y siete minutos y pocos segundos por vuelta, fuí sumando kilómetros y sintiendome bien (marditas endorfinas, que no te dejan parar). Al empezar la séptima vuelta volví a cruzarme con la carrera. Esta vez con el solitario de cabeza del maratón, un corredor delgadito al que ví llegar y marcharse como un cohete a pesar de que él llevaba casi dos horas corriendo y seis veces más que yo de kilómetros corridos. Yo no corro así ni al sprint.
Me reí, me rehíce y complete las siete vueltas (con un pequeño sprint de chulería al final de la cueeeessta, hasta la fuente). Tiempo final: 48:53:18. Para que el lector se haga una idea, el ganador de la pirata de este año, Gotxon Solaegi, lo ha hecho en unos 23 minutos. A la espera de la clasificación definitiva para espiar como les ha ido a Bego, a Bea, a María y a otros doscientos o quinientos conocidos.
El año que viene me veo con el mogollón, si no cuelgo antes las botitas.
Porque, querido lector, si has llegado hasta aquí, quiero TU OPINIÓN. ¿Es bueno el deporte? ¿Tengo que seguir machacando las rodillas para tener bien el corazón o eventualmente (más dicutible) la cabeza? ¿Me quedará bien la prótesis de rodilla y podré seguir saliendo a correr? ¿Entiendes que este sea mi deporte? ¿O tendría que asumir mis añitos y apuntarme a golf?
Si no hay comentarios, nunca más hablaré de esto. Pasad buen domingo.
PS: Sí, luego volveré y daré tres vueltitas. Con camiseta verde. Que el veerrrrde pieerrrrde.